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Domingo F. Sarmiento

los llanos y la pampa en sostén de los enemigos de Rosas.

Aborrece Rosas á los extranjeros? Los extranjeros toman parte en favor de la civilización americana, y durante tres años burlan en Montevideo su poder, y muestran á toda la República, que no es invencible Rosas, y que aun puede lucharse contra él. Corrientes vuelve á armarse, y bajo lás órdenes del más hábil y más europeo general que la República tiene, se está preparando ahora á principiar la lucha en forma», porque todos los errores pasados son otras tantas lecciones para lo venidero. Lo que ha hecho Corrientes lo han de hacer más hoy, más mañana, todas las provincias, porque les va en ello la vida y el porvenir.

Ha privado á sus conciudadanos de todos los derechos y desnudándolos de toda garantía? Pues bien; no pudiendo hacer lo mismo con los extranjeros, éstos son los únicos que se pasean con seguridad en Buenos Aires. Cada contrato que un hijo del país necesita celebrar, lo hace bajo la firma de un extranjero, y no hay sociedad, no hay negocio en que los extranjeros no tengan parte. De manera, que el derecho y las garantías existen en Buenos Aires bajo el despotismo más horrible. ¡Qué buen sirviente parece este irlandés!—decía á su patrón un transeunte por Buenos Aires.—Si—contesta aquél, lo he tomado por eso; porque estoy seguro de no ser espiado por mis criados, y porque me presta su firma para todos mis contratos. Aquí, sólo estos sirvientes tienen segura su vida y sus propiedades.

¿Los gauchos, la plebe y los compadritos lo elevaron?

Pues él los extinguirá: sus ejércitos los devorarán.

Hoy no hay lechero, sirviente, panadero, peón ganán, ni cuidador de ganado, que no sea alemán, inglés, vasco, italiano, español, porque es tal el consumo de hombres que ha hecho en diez años; tanta carne humana necesita el "americanismo», que al cabo la población americana se agota y va toda á enregimentarse en los cuadros que la metralla ralea desde que el sol sale hasta que anochece.

Cuerpo hay al frente de Montevideo que no conserva hoy un soldado y sólos dos oficiales de los que lo compusieron al principio. La población argentina desaparece y la extranjera ocupa su lugar en medio de los gritos de la Mazorca y de la «Gaceta»: «Mueran los extranjeros!» como la unidad se realiza gritando: «Mueran los unitarios!» como la federación ha muerto gritando: «¡Viva la federación!»