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Domingo F. Sarmiento

entraremos, por lo menos, en el camino que conduce á porvenir tan bello, en lugar de que bajo su funesta impulsión nos alejamos más y más cada día y vamos á pasos agigantados retrocediendo á la barbarie, á la desmoralización y á la pobreza. El Perú padece, sin duda, de los efectos de sus convulsiones intestinas; pero al fin, sus hijos no han salido á millares y por docenas de años á vagar por los países vecinos; no se ha levantado un monstruo que se rodee de cadáveres, sofoque toda espontaneidad y todo sentimiento de virtud. Lo que la República Argentina necesita antes de todo, lo que Rosas no le dará jamás, porque ya no le es dado darle, es que la vida, la propiedad de los hombres, no esté pendiente de una palabra indiscretamente pronunciada, de un capricho del que manda. Dadas estas dos bases, seguridad de la vida y de la propiedad, la forma de gobierno, la organización política del Estado, la darán el tiempo, los acontecimientos, las circunstancias. Apenas hay un pueblo en América que tenga menos fe que el argentino en un pacto escrito, en una constitución. Las ilusiones han pasado ya; la constitución de la República se hará sin sentir, de sí mismas, sin que nadie se la haya propuesto. Unitaria, federal, mixta, ella ha de salir de los hechos consumados.

Ni creo imposible que á la caída de Rosas suceda inmedialamente el orden. Por más que á la distancia parezca, no es tan grande la desmoralización que Rosas ha engendrado: los crímenes de que la República ha sido testigo, han sido «oficiales», mandados por el gobierno; á nadie se ha castrado, degollado ni perseguido, sin la «orden»» expresa de hacerlo. Por otra parte, los pueblos obran siempre por reacciones; al estado de inquietud y de alarma en que Rosas los ha tenido durante quince años, ha de sucederse la calma necesariamente; por lo mismo que tantos y tan horribles crimenes se han cometido, el pueblo y el gobierno huirán de cometer uno solo, á fin de que las ominosas palabras u¡ Mazoren! ¡Rosas!» no vengan á zumbar en sus oídos, como otras tantas furias vengadoras; por lo mismo que las pretensiones exageradas de libertad que abrigan los unitarios han traido resultados tan calamitosos, los políticos serán en adelante prudentes en sus propósitos, los partidos medidos en sus exigencias. Por otra parte, es desconocer mucho la naturaleza humana creer que los pueblos se vuelven criminales y que los hombres