Página:Finke Mujer Edad Media.djvu/165

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quiera se encuentra un rasgo, que Burckhard des- cubre especialmente en las narraciones: «algo que en nuestra época llamaríamos desvergienza». Junto a lo nuevo se persigue en el Renacimiento el hallazgo de formas de expresión poderosas para encarnarlo; y hay que tener esto en cuenta al emitir un juicio acertado sobre la época. Así, por ejemplo, cuando Petrarca dice que, en su tiempo, se ha difundido la peste del adulterio y que es ahora de buen tono en todo joven distin- guido el procurar seducir a una mujer, si no quie- re ser menospreciado. De tales motivos, esto es, de la ambición social, surge el afán de buscar aventuras galantes. Sin duda hay aquí de todo: verdadero y falso. Nueva es la repugnante seduc- ción sin amor verdadero. En cambio, sólo en sus términos ceñidos es nueva la expresión de Loren- zo Volla: «Si dos se quieren, da quién le impor- ta?» Lo mismo da que la mujer tenga un marido o un amante. Algo así sospecho haber leído ya en los Carmina Burana.

Actitud de Petrarca y de Boccaccio frente a la mujer. — Por las razones antedichas se explica que sobre la vida amatoria del Renacimiento haya tantos datos disponibles. Tan unidos como los nombres de Dante y Beatriz están los de Pe- trarca y Laura. Este amor singular, tan admira- do, así como sus expresiones poéticas, no tiene, en definitiva, nada común con los cantos trova-

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