Página:Finke Mujer Edad Media.djvu/25

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tes representaciones, y revelaba ya una sorpren- dente humanidad hacia el mundo femenino. Muestra ya este teatro con predilección cómo la mujer de buen sentido y buenas costumbres pre- valece en la casa e insensiblemente la gobierna y domina al marido. En suma, lo que a las espo- sas se recrimina son pequeñeces. Por ejemplo, que cada noche exigen estrecha cuenta al marido de lo que haya hecho durante el día, o que sobre- salen por su excesiva locuacidad. Según Birt, el ideal griego del matrimonio nos lo da Plutarco: «la luna brilla mejor cuando el sol no está de- masiado cerca; por el. contrario, la mujer brilla mejor cuando aparece junto a su marido; cuando él no está, ella se asemeja a la luna nueva». Doc- trina que culmina en la frase de que la mujer debe ser el espejo del marido.

De gran importancia para la posición de la mujer en los siglos siguientes — en muchos sen- tidos hasta nuestros días — son las concepciones del gran filósofo griego Aristóteles — no las de Platón, con su doctrina sobre la comunidad de las mujeres y la coeducación —. Las observacio- nes de Aristóteles, en lo esencial, reconocen sa- gazmente la exacta relación social de los sexos. La mujer tiene una posición libre; como libre compañera se subordina en el matrimonio al hombre, y así del matrimonio surge una relación de amistad; los esposos se complementan. Con

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