maba que era ésta la religión de las mujeres; prue- ba concluyente de cómo arraigó en el mundo fe- menino. Las mujeres de posición más elevada, pertenecientes á la familia imperial, se incorpo- raron a él; desde Domitila, en el siglo 1, hasta las mujeres de la casa de Diocleciano, en el 1v, preci- samente en los días de la persecución. Y hasta en la muerte mostraron estas mujeres su fidelidad. Entre los mártires son las imágenes más emocio- nantes y luminosas las mujeres cristianas. Los suplicios y torturas más crueles fueron soporta- dos por las débiles mujeres. Jóvenes madres con sus hijos al brazo, como Perpetua; pobres escla- vas, como Blandina, murieron heroicas por el Salvador. Con razón resuena por los siglos su alabanza.
La actividad de la mujer en el cristianismo primitivo. — También aparece la mujer dentro del cristianismo desde los días de los Apóstoles en las más diferentes formas, como propagadora de las costumbres cristianas y de la actividad ca- ritativa. Recientemente ha sido objeto de fecun- das investigaciones la práctica de la caridad entre las viudas y diaconisas de la Iglesia primitiva y en los primeros siglos del cristianismo. También participaron las mujeres cristianas en la propa- gación de la vida adoptada por los anacoretas y seguida en el claustro. Baste recordar como ejem- plo a San Pacomio y su hermana María, Ni si-
