chacho que descendió del tranvía con la cara vuelta al frente. Echó el cuerpo hacia el suelo, formando un ángulo obtuso con el tablón del estribo, y se arrojó quedando como clavado en la calle, sereno y tranquilo á la espera del nuevo coche en el que repetirá la escena, haciendo lo mismo con los sucesivos hasta que el último de sus papeles impresos vaya á parar á manos del último de los aturdidos por su estentórea voz.
Después, cuando lleguen las sombras, tomará tranquilo el camino de su casa y su silueta pálida se perderá en los barrios obscuros que cruzará con las manos en los bolsillos y cantando entre dientes el verso que sirvió de pié para la vidalita falsificada:
Palomita blanca
Vidalitá
Que voló y se fué.
Y así llegará el pobre niño hasta las puertas del hogar entonando esos tres