Página:Gesta - Alberto Ghiraldo.pdf/70

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cara de la pobre muchacha, sin color de vida ya, no se movía. Y entonces los ojos hablaron. Y los ojos dijeron: ved, yo me voy como esa aurora...

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Y he aquí explicado porque miro con tan amarga melancolía estos rientes amaneceres de primavera. Es que en ellos, con contornos tan netos como los de la realidad misma, surgen ante mi vista todos los detalles de la escena infausta. Y una obsesión me persigue. Aquella faz serena. que la muerte arañaba, aquellos ojos,—esos sus ojos, claros y luminosos,—que habían aprendido á mirar tan suavemente y donde, con energía inaudita, se reflejaba un designio incontrastable, flotan—¡oh, yo los veo!— en la atmósfera transparente, como símbolos del dolor; y me parece entonces que la naturaleza, toda entera, sufre también sonriéndose...

IV

¡Y qué deseos de morir había en aquellos ojos, en esos ojos que hablaban!