ronil. Se deleita montando á caballo, con agilidad de amazona y no teme el obstáculo ni el riesgo, ante el cual muestra serenidad y aplomo.
Constituye también un placer estimadísimo para la brasileña, la reunión familiar, alegre y bulliciosa.
Las de raza blanca, destácanse por su hermosura. Son decidoras y amables y recréanse en la vida alegre, haciendo alarde de su ingenio.
Terminamos esta breve descripción de la mujer brasileña, reproduciendo un suceso acaecido há ya más de cuarenta años, en el cual figuraron personas de significada posición en Río Janeiro, cuyos verdaderos nombres ocultaremos, por razones de discreción que estimarán buenas nuestros perspicaces lectores.
Dolores, joven brasileña, dotada de insuperables encantos físicos, intelectuales y morales, contrajo matrimonio con Ricardo, gallardo, intrépido é inteligente piloto.
En plena dulcedumbre de luna de miel, los deberes de su cargo obligáronle á zarpar de Río Janeiro, en el vapor Avante, para los mares de la China.
No hay para qué narrar las congojas mortales, los lloros y suspiros hondos con que despidió al esposo, la tierna, enamorada y bella Dolores.
Quedó ésta sumida en la más negra tristeza.
