ción absoluta, lograban escapar las familias pudientes y significadas, de las feroces é inhumanas persecuciones del dictador Juancia, cuya memoria produce aún espanto en el ánimo.
Duró esta situación, lo que durara el poder del funesto hombre que mancha con sus depredaciones y sus violencias, las páginas de la gloriosa historia del Paraguay.
Muerto Juancia, cesó la triste situación del país, los ánimos se reanimaron, y los paraguayos entraron en el concierto de los pueblos modernos, del cual los había, estudiadamente, alejado aquel miserable.
Pero así como el tiempo, tardó en transformar en campesina á la dama paraguaya, así también, al restituirse ésta del campo á la ciudad, no pudo tornar súbitamente á sus antiguas costumbres.
Así, no hallarán extraño nuestros lectores, lo que vamos á referir.
Uno de los diplomáticos europeos, visitó al primer magistrado del país, al mismo Presidente de la República del Paraguay y, no encontrándolo, pasó á saludar á la familia para ofrecerla sus personales respetos y cumplir un deber de atención y de correcta cortesía.
Pasáronlo familiarmente al patio de la casa, y cuál no sería su asombro y estupefacción, al ver á la esposa del Presidente vestida con el tipoy campesino, los cabellos caídos