Durante la triste y larga dominación del doctor Juancia, sufrieron los presos por causas políticas, dilatado cautiverio, provocado, á veces, por las esposas, las cuales, menos prudentes y discretas que sus maridos, no se recataban de murmurar en público y aún de denostar y maldecir y desafiar, con arrogancia, al tirano.
Muchas damas sufrieron el suplicio, con valor heróico, al pretender salvar á sus maridos cautivos.
Cuando éstos eran arcabuceados, en grandes masas, dejábalos el déspota abandonados y sólo les era permitido á las esposas, arrastrar los cadáveres sobre un cuero de buey, hasta cierto lugar, en donde los cargaban sobre sus espaldas ó los trasportaban en sus brazos, para darles cristiana sepultura.
En aquellos siniestros spoliariums, revelaron las damas paraguayas un supremo valor, un esforzado espíritu digno de ser descrito por Tácitos y Plinios y cantado por la musa épica más gloriosa de todos los tiempos.
Es religiosa, sin hipocresía; su condición viril, no la deja ser coqueta; es trabajadora en el hogar doméstico y ama las fiestas y holgorios en la ciudad y en el campo, en los cuales muéstrase prudente, morigerada y honesta.
Son excelentes esposas, y en cuanto al amor maternal, pocas son las mujeres que la igualen en ternura y en exaltación.