De la presencia del dictador, pasó el desventurado Alfredo á bordo del vapor Tamosi, en calidad de soldado.
Al saber la madre la triste noticia, se laceró su corazón, se desgarró su alma y aunque conocía la perversidad del Dr, Juancia, y temía por: la suerte final del hijo adorado, cobró esperanza de salvarlo.
Poniendo en juego sus influencias y, especialmente, ganando voluntades á cambio de dádivas cuantiosas, pudo lograr llegar á bordo del vapor y ver en él al hijo de sus entrañas.
¡En qué triste situación lo encontró su madre!
Aquel joven gallardo y apuesto, lleno de vigor y de salud, prototipo de elegancia sin afeminamientos ni garrulerías, inteligente, altivo sin orgullo, fino, culto, estaba demacrado, vestido con un humilde traje de mecánica, descalzo, el cabello cortado al rape, y de rodillas fregando la cubierta.
A] verlo la madre con tal actitud y con tales trazas, prorrumpió en gritos de desolación, se mesó los cabellos, se desgarró los' vestidos, se arrojó á los pies de su hijo besándolos con sus lágrimas.
La escena, conmovió á los jefes y á toda la tripulación que acudió ú presenciarla.
A duras penas pudo arrancarse á la infeliz madre de los brazos de su amado hijo, el cual,