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MUJERES DE AMÉRICA

lealtad y á la inmotivada agresión de sus tropas, en los momentos de estar ajustando las bases de un avenimiento pacífico.

Oyó el Inca la fatal noticia sin inmutarse.

En seguida levantó la mano derecha é hizo una señal en el muro, indicando que llenaría la prisión de oro y plata hasta la altura de su cabeza, si le concedían la vida.

Aceptóse su propuesta, y continuó encarcelado, hasta el cumplimiento de lo que ofreciera, para cuyo efecto permitiósele que se comunicase con algunos de sus vasallos, á quienes dió orden de esparcir la voz por todos sus dominios, del estado peligroso á que se hallaba reducido, y que, sin pérdida de tiempo, acumulasen y condujesen el tesoro ofrecido para su rescate.

Quince días después, muchos indios cargados de oro y plata, llegaban á Casamarca.

Llenada la medida que demarcó el cautivo, Pizarro y sus compañeros quedaron ebrios de contento con la posesión y reparto de un caudal que creyeron inagotable.

No obstante, muy pronto la mayoría de aquéllos hombres, promovió un tumulto, de serios cuidados, pidiendo á Pizarro que exigiese más caudales al Inca, pues aquella era la única ocasión de obtener una recompensa á sus afanes y penalidades.

Pizarro tuvo que recurrir al expediente de

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