ocultos movimientos de su corazon, el origen y el progreso de sus errores y sus vicios, el término á que le conducen los extravios de su razon ó el desenfreno de sus pasiones; y entonces la fábula, siendo verisimil, será maravillosa, instructiva y bella. Pero Shakespeare, á quien con demasiada ligereza suelen dar algunos el título de Maestro, estaba muy lejos de conocer estas delicadezas del arte, y repitió en sus composiciones el triste exemplo, de que la mas fecunda imaginacion es incapaz por sí sola de producir una obra perfecta; si los preceptos que dictaron la observacion y el buen gusto, no la moderan y la conducen.
Si el teatro inglés se halla tan atrasado todavia, á pesar de los buenos ingenios que han cultivado la Poesía scénica en aquella nacion, atribúyase al