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El canto de las sombras

ALBA SERRANA

Lentas, graves aparecen, perfilándose en la clara lejanía de los cielos, las vecinas del cenit, y del lecho de la noche las mesetas se levantan apartando las penumbras con sus brazos de turquí.

Trae el viento, de los valles que aún dormitan a la del azul desfiladero, larga y rústica canción [sombra por los ecos prolongada; cuchicheos de palomas y plañidos de hojarasca que confunden su clamor.

Poco a poco desparecen, como cirios que se apagan a la luz del nuevo día, las estrellas del confín; y la luna que agoniza palpitando tras las ramas, palidece imperceptible como un hábito monjil.

Han pasado los halcones que comienzan su visita a los páramos linderos, en demanda de una res, y se escucha el aleteo de sus plumas fugitivas sobre el hálito advertiente del cercano amanecer.

Serpenteando entre las peñas de la falda, se desliza suavemente, extrepitoso, lento aquí, veloz allá, el arroyo rebelado que los cóneavos salpica estrellándose en las rocas del confuso pedregal.

Y se escucha entre los sauces, sollozante, lastimoso, el chasquido de las aguas que terminan de caer, mientras surgen los vapores de los húmedos escollos y prolonga la mañana su. llorosa sensatez.

Filtra el sol el nebuloso subterráneo de las grietas y a la par que el lampo alumbra la guarida del jaguar, se repite por los antros tenebrosos de la sierra el ladrar de la jauría que se acerca al pajonal.

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