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El canto de las sombrsa

¡Es mejor que nunca sepas de esos tétricos llamares, ni del frío de estas marchas, ni del luto de estas tardes!

Así ví morir el día, arrastrada por los cierzos a través de aquellas calles donde duermen insensibles las casuchas de la Muerte con sus lívidos portales. Así ví correr la sombra y en los túmulos sentarse, y cernirse en los cipreses y del brazo de las cruces a los féretros lanzarse, cuando el ir de los cortejos prolongaba en la alameda los pausados cabalgares, porque muchos ¡pero muchos! se han dormido en los largos estertores de estas noches invernales... Tú no sabes, pobre niño, tú no sabes de esos ruídos. ni de aquellos tinieblares!

Y sentí dolor de irme, cuando al linde de la verja se detuvo el postrer ángel con su diestra hacia los cielos, y nostálgicos y graves los tañidos se alargaron sobre el mundo del reposo, como un himno de salmodias, como un canto de piedadez

.Y voló a la tapia un cuervo arrastrado por sus alas tristemente musicales...

Parecióme en la penumbra que flotaban los sudarios que surgían en las losas extenuados suspirares, y hermanada a ese martirio sentí pena de alejarme; porque a veces en el mundo el dolor es un amigo, y la muerte es una hermana tiernamente inseparable!

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