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XVIII

de Granada y en otras acciones brillantes que á cada paso se ofrecian en un tiempo en que no cesaba la trompeta de llamar al combate.

Pero no se piense que arrastrado el jóven Garcilaso del brillante resplandor del escudo de Marte mirase con desprecio el humilde vestido de Minerva (permítaseme dar á la buena Diosa el que me acomode sin respetar la fábula). Aunque las ciencias en aquel tiempo mereciesen poco aprecio en el Perú, pues aun resonaba el ruido de las armas homicidas, con todo desde las primeras letras manifesto un ardiente deseo de aventajarse á sus condiscípulos, y la ansia con que devoraba el libro que podia haber á las manos, era un feliz anuncio de lo que con el tiempo llegaria á ser este ilustre mestizo. Vino á España, como se ha dicho, á los veinte años de edad,