Página:Historia de Cristóbal Colon y de sus viajes - Tomo I (1858).djvu/190

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la noche del 18 de Julio, habiéndose incendiado el pabellón de la reyna, y de allí prendídose á las demas tiendas con gran contento de la morisma, Isabel, para probar su firme resolucion de no levantar el sitio sino despues de sometida Granada, ordenó que mamposteria y madera reemplazaran á los frájiles y provisionales abrigos de sus tropas. Bajo la direccion de tal arquitecto levantó el ejército en pocas semanas una verdadera ciudad en forma de cruz, y sin duda la mejor alineada de España. Los caballeros quisieron bautizar con el nombre de Isabel esta improvisacion monumental de su injenio atrevido; pero ella no lo permitió sino que dispuso se la llamara Santa Fé, en consideracion á su oríjen.

Con tacto obtuvo Rodriguez el favor de hacer llegar á manos de su soberana la misiva del P. Marchena, en que se reflejaban su celo por la gloria de Jesu-Cristo, su patriotismo y su amor á la reyna. Catorce dias mas tarde tomó á la Rábida, portador de un mensaje de S. A. dando gracias por sus buenos deseos á su antiguo confesor, invitándole para que á su recibo se pusiera en camino para la corte, y autorizándolo para prometer á Colon esperase otras nuevas mejores.

Estas palabras de la reyna colmaron de júbilo á toda la comunidad, y Colon no menos gozoso corrió á Moguer, para pedir prestada su mula á un tal Juan Cabezudo, para el guardian que iba inmediatamente á Santa Fé. Cabezudo, que era amigo del P. Martin Sanchez, á su vez amigo de Colon, se la dió gustoso, [1]

  1. Esta circunstancia, comprobada por el mismo Cabezudo, nos manifiesta la pobreza del convento de la Rábida y pone mas de relieve la jenerosidad de la familia franciscana para con Cristóbal Colon. El protestante Washington Irving creyendo que todos los monasterios son poderosos, y sus abades ricos, como los de las novelas de Walter Scott, dice, que al recibo de la carta "el buen fraile ensilló y se puso en marcha;" pero el pobre convento de la Rábida no tenia ni prados, ni mula, ni caballeriza, y solo con una bestia prestada, fué con la que tuvo que hacer au atrevido viaje el P. Juan Perez. Sin duda Washington Irving ignoraba estos pequeños detalles. Véanse las piezas justificativas del pleito, probanzas del almirante, pregunta primera.