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escamas, y no teniendo blanco sino la cola y los ojos. Colon lo mandó salar para mostrarlo á la reyna, que gustaba de curiosidades de historia natural. Al otro dia encontró en otra isla cerdos de Indias, langostas monstruosas y gran cantidad de aves: el fuerte olor de almizcle, que en ciertos sitios se advertía, le hizo creer que hubiese animales que lo produjeran.

El Domingo 18 de Noviembre el almirante con sus oficiales y la mayor parte de las tripulaciones, todos de grande uniforme, se embarcaron en las lanchas para ir á enarbolar el signo de la redención. La alta y hermosa cruz fué plantada en un punto culminante, en que los árboles no la ocultaban, y acompañó á la ceremonia las oraciones de costumbre, dedicando todo el dia al rezo y al descanso.

El Lunes, antes de salir el Sol, ya habian levado anclas las carabelas; pero contrariadas por la mar y el viento avanzaron poco, y temeroso Colon de que los indios de San Salvador no se les escaparan al avistar la Isabela, de la cual solo distaban doce leguas, cambió de rumbo. Por otra parte los indíjenas parecían estar muy satisfechos de su nuevo jénero de vida, empezaban á comprender algunas voces españolas, se santiguaban, se arrodillaban delante del crucifijo,[1] recitaban sus plegarias levantando los brazos, y repetian la Salve y el Ave Maria con un tanto de recojimiento, persuadidos de que hacian coro á hombres venidos del cielo en busca de oro, y que los devolverian á su patria así que lo hubieran hallado.

El 20 y 21 de Noviembre prosiguieron navegando hacia la isla de Babeque, cuyos tesoros traian inquietas á todas las imajinaciones.

En medio de las fatigas consiguientes á estas pesquisas no faltaban á Cristóbal Colon motivos de des-

  1. "Y muy presto á cualquiera oración ques no ses digamos que digan y hacen el segnal de la cruz." Diario de Colon. Lúnes 12 de Noviembre de 1492.