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de las Indias.

asienta una vez con firmeza en su imaginacion todo lo que oye y vé, ser en su favor á cada paso se le antoja; porque este Martin Alonso habia visto la carta ó pintura que habia enviado al Almirante aquel Paulo, físico, florentin, como se dijo arriba en el capítulo 12, y vía el paraje donde hallaban estas islas, y otras razones, que tambien habemos ya dicho haber movido razonablemente á que lo creyese y esperase el Almirante, habíase ya persuadido á lo mismo, y así, todo lo que por señas los indios le decian, siendo tan distante como lo es el cielo de la tierra, lo enderezaba y atribuia á lo que deseaba, que aquella tierra era, ó los reinos del Gran Khan, ó tierras que confinaban con ellos, como lo entendia y deseaba el Almirante. Como el Almirante oyó lo que decia Martin Alonso, que conformaba con lo que él sentia ó entendia de los que llevaba tambien en su nao, de la su dicha primera isla, confirmóse más su opinion y así determinó de llegarse al rio que los indios decian estar de la otra parte del cabo de Palmas, y de enviar, diz que, un presente al Rey de aquella tierra, y con él la carta de recomendacion de los reyes de Castilla; para lo cual tenian, diz que, un marinero que habia estado y andado por Guinea en semejante mensajería, y ciertos de los de la dicha isla de Guanahaní, que á ir con él y acompañarle se ofrecian, con que despues, diz que, los tornasen á su isla; y dice aquí el Almirante, que tenia determinacion de trabajar cuanto le fuese posible por ir á ver al Gran Khan, el cual pensaba que residia por allí, ó á la ciudad de Cathay, que es la principal de las suyas, que era grandísima y de grandes riquezas, la cual traia pintada ó situada en la carta que le envió el dicho florentin. De aquí estimó el Almirante que toda aquella tierra no era isla, sino firme, y en la verdad fué la isla de Cuba, y lo que dijo Martin Alonso que los indios decian, que del susodicho rio á Cuba habia cuatro jornadas, y que debia ser alguna ciudad, manifiesto parece cuanto al revés entendian de lo que los indios por señas les hablaban, porque aquella Cuba no era la isla toda, que así se llama, ni era ciudad, como Martin Alonso creia, sino una provincia que se llama Cubanacan,