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de las Indias.

á dormir; lo que el Almirante siempre prohibió en todo el viaje, que, ni con calma ni con viento, no diesen los marineros el gobernario á los grumetes; lo mismo hicieron todos los marineros, visto que el Almirante reposaba y que la mar era calma. El Almirante se habia acostado por estar seguro de bancos y de peñas, porque, cuando el domingo envió las barcas al rey Guacanagarí, habian visto la costa toda los marineros, y los bajos que habia, y por dónde se podia pasar desde aquella punta al pueblo del Rey dicho, lo que no habian hecho en todo el viaje. Quiso Nuestro Señor, que á las doce horas de la noche, que las corrientes que la mar hacia llevaron la nao sobre un banco, sin que el muchacho que tenia el gobernario lo sintiese, aunque sonaban bien los bajos que los pudiera oir de una legua. El mozo sintió el gobernario tocar en el bajo, y oyó el sonido de la mar, y dió voces, á las cuales levantóse primero el Almirante, como el que más cuidado siempre tenia, y fué tan presto, que aún ninguno habia sentido que estaban encallados; levantóse luego el Maestre de la nao, cuyo era aquel cuarto de la vela, mandóle luego el Almirante, y á todos los marineros, que halasen el batel ó barca que traian por popa, y que tomasen un ancla y la echasen por popa, porque por aquella manera pudieran, con el cabrestante, sacar la nao; el cual, con los demas, saltaron en el batel, y temiendo el peligro, quítanse de ruido, y vánse huyendo á la carabela, que estaba de barlovento, que quiere decir, hácia la parte de donde viene el viento, media legua. El Almirante, creyendo que habian hecho lo que les habia mandado, confiaba de por allí presto tener remedio, pero cuanto ellos lo hicieron de malvadamente, lo hicieron de bien, fiel y virtuosamente los de la carabela, que no los quisieron recibir é les defendieron la entrada; luego, á mucha priesa, los de la carabela saltaron en su barca y vinieron á socorrer al Almirante y á remediar la nao; los otros vinieron aún despues, con su confusion y vergüenza. Ántes que los unos y los otros llegasen, desque vido el Almirante que huian dejándole en tan gran peligro, y que las aguas menguaban y la nao estaba ya con la mar de través, no