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de las Indias.

parte guanin mucho, y esto era cierta especie de oro bajo que llamaban guanin, que es algo morado, el cual cognoscen por el olor y estímanlo en mucho. Mandó dar de comer al indio, y dióle unos pedazos de paño verde y colorado y contezuelas de vidro, y mandó que le llevasen en la barca á tierra; salidos en tierra, estaban entre unos árboles obra de 55 indios, desnudos, con sus cabellos muy largos; segun está dicho, como mujeres en nuestra Castilla, traian sus penachos de plumas de papagayos, y cada uno con su arco. Salido el indio que fué á la nao, en tierra, hizo que los otros dejasen los arcos y flechas, y una espada de tabla de palma, que es durísima y muy pesada, hecha desta forma: no aguda, sino chata, de cerca de dos dedos en gordo de todas partes, con la cual, como es dura y pesada, como hierro, aunque tenga el hombre un capacete en la cabeza, de un golpe le hundirán los cascos hasta los sesos. Aquellos indios se llegaron á la barca, y la gente della, cristiana, salió en tierra; comenzáronles á comprar los arcos y flechas, y las otras armas, porque el Almirante así lo habia ordenado; vendidos dos arcos no quisieron dar más, ántes se aparejaron para arremeter á los cristianos y prenderlos, sospechando, por ventura, que de industria los cristianos les compraban las armas, para despues dar en ellos, y parece bien porque arremetieron luego, cuasi arrepisos y proveyendo al instante peligro, á tomar sus arcos y flechas donde los tenian apartados, y tomaron ciertas cuerdas ó sogas como para atar los cristianos. Viéndolos venir denodados, los españoles, que pocos desean ser mártires, que no dormian, dan con ímpetu en ellos, y alcanzó uno dellos á un indio una gran cuchillada en las nalgas, y á otro por los pechos una saetada; visto por experiencia los indios que las armas de los cristianos eran otras que las suyas, y que en tan poco tiempo tanto efecto hacian y así que podian en la burla ganar poco, y, aunque los cristianos no eran sino siete y ellos cincuenta y tantos, dieron á huir todos, que no quedó alguno, dejando uno aquí las flechas, y otro acullá el arco; matáran los españoles muchos dellos, como sean tan piadosos, sino lo estorbara el piloto que iba