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Historia

aquel se llamaba Pedro de Villa, al cual el Almirante prometió de darle dineros para las costas; y, porque la tormenta más los afligia y amenazaba, ordenó que se echase otro romero, que velase una noche en Sancta Clara de Moguer y hiciese decir una misa, porque tambien aquella es casa donde los marineros, del Condado especialmente, tienen devocion. Echaron los garbanzos y uno señalado con una cruz, el cual sacó el Almirante, y así quedó por dos veces obligado á ir á cumplir las dichas romerías. Despues desto, fatigándolos más el miedo y angustia de la mar, el Almirante y toda la gente hicieron voto, de que si los llegase á tierra, en la primera salir todos en camisa y procesion, á hacer oracion y darle gracias en una Iglesia que fuese de la invocacion ó nombre de Nuestra Señora, la Vírgen María; y porque la tormenta crecia, y ninguno pensaba escapar, allende los votos comunes, cada uno hacia en especial su voto, segun la devocion que Dios le infundia. Ayudaba al aumento del peligro y temor, que venia el navío con falta de lastre, que es la piedra y peso que ponen abajo porque no se trastorne, y ande, como calabaza, liviano, y esta es una cosa para los que navegan muy peligrosa; causó esta liviandad, en parte, haberse aliviando la carga por ser ya comidos los bastimentos y bebida el agua y el vino, lo cual, por cudicia de gozar del próspero viento que entre las islas tuvieron, no proveyó el Almirante de mandar lastrar ó echar peso de piedra en las carabelas, como tenia propósito cuando estaba cerca ó en paraje de las islas de las mujeres, donde queria ir, como arriba se hizo mencion. En este paso escribe el Almirante cosas, cierto, de compasion, por las angustias en que estaba; refiere las causas que le ponian temor de que allí, Nuestro Señor no quisiese que pereciese, y otras que le daban esperanza de que Dios lo habia de llevar y poner en salvo, para que tales nuevas, y tan dignas de admiracion como llevaba á los Reyes, no pereciesen en aquella mar. Parecíale quel deseo grande que tenia de llevar nuevas tan nuevas y tan grandes, y mostrar que habia salido verdadero en lo que habia dicho, y proferídose á descubrir, le ponia miedo grandísimo de lo no