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Historia

que hay de tortugas en aquella isla, que comunmente son tan grandes como adargas; comiendo del pescado dellas, y lavándose con la sangre dellas muchas veces, sanan de la lepra; vienen allí tres meses del año, Junio, Julio y Agosto, infinitas tortugas de hácia la tierra firme, que es Etiopía, á desovar en la arena, las cuales, con las manecillas y piés, escarban en el arena y desovan sobre quinientos huevos y más, tan grandes como de gallina, salvo que no tienen la cáscara dura, sino un hollejo tierno que cubre la yema, como el hollejo que tienen los huevos de la gallina quitada la cáscara dura; cubren los huevos con el arena como si lo hiciese una persona, y allí el sol los ampolla, y, formados y vivos los tortuguitos, luego se van á buscar la mar, como si vivos y por sus piés hubieran salido della. Tomaban allí las tortugas de esta manera; que con lumbre de noche, que son hachas de leña seca, van buscando el rastro de la tortuga, que no lo hace chico, y hállanla durmiendo de cansada; llegan de presto y trastórnanla, volviendo la concha de la barriga arriba, y la del lomo abajo, y déjanla, porque segura queda que ella se pueda volver, y luego van á buscar otra: y lo mismo hacen los indios en la mar, que si llegan estando durmiendo y la vuelven, queda segura para tomarla cuando quisieren, puesto que otro mejor arte tienen los indios en tomarlas en la mar, como se dirá, si Dios quisiere, cuando trataremos de la descripcion de Cuba. Los sanos que vivian en aquella isla de Buenavista, como ni áun agua no tienen, sino salobre de unos pozos, eran seis ó siete vecinos, cuyo ejercicio era matar cabrones y salar los cueros para inviar á Portogal en las carabelas que allí por ellos vienen, de los cuales, les acaescia en un año matar tantos, y enviar tantos cueros, que valian 2.000 ducados al Escribano, cuya era la isla; habíanse criado tanta multitud de cabras y machos de solas ocho cabezas. Acaecíales á aquellos que allí vivian, estar cuatro y cinco meses que ni comian pan ni bebian vino, ni otra cosa, sino aquella carne cabruna, ó pescado, ó las tortugas; todo esto dijeron aquellos al Almirante. Partióse de allí, sábado, de noche,