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de las Indias.

como verá cualquiera marinero que lo mirare por la carta y por el altura lo mismo. Y dice que allí, viernes, 13 dias de Julio, le desmamparó el viento, y entró en tanto calor y ardor, y tan vehemente, que temió que los navíos se le encenderian y la gente pereceria; fué todo tan de golpe y súbito, cesar el viento y sobrevenir el calor excesivo y desordenado, que no habia persona que osase asomar á entrar abajo de cubierta, para remediar la vasija del vino y agua, que se le reventaba rompiéndose los aros de las pipas; el trigo ardia como fuego; los tocinos y carne salada se asaban y podrecian; duróle aqueste ardor y fuego ocho dias. El primero fué claro con sol que los asaba; proveyóle Dios con menor daño, porque los siete siguientes llovió y hizo nublado, pero con todo esto no hallaban remedio para que esperasen que no habian de perecer de quemados, y si, como el primer dia hizo sol y claro, los siete lo hiciera, dice aquí el Almirante, que fuera imposible escapar con vida hombre dellos, y así, fueron divinalmente socorridos con lloverles algunos aguaceros y hacer aquellos dias nublados. Determinó, de que si Dios le diese viento para salir de aquella angustia, correr al Poniente algunos dias, y despues que se viese en alguna templanza, tornar hácia el Austro, que era el camino que proseguir deseaba. Nuestro Señor, dice él, me guie y dé gracia, que yo le sirva, y á Vuestras Altezas traiga nuevas de placer; dice que se acordó estando en estas ardientes brasas, que cuando venia á estas Indias en los viajes pasados, siempre que llegaba hácia el Poniente 100 leguas, en paraje de las islas de los Azores, hallaba mudamiento en la templanza de Septentrion al Austro, y por esto se queria ir al Poniente á poner en el dicho paraje. En el mismo paralelo debia de ir el Almirante, ó por mejor decir, meridiano, que llevó Hanon, Capitan de los cartagineses, con su flota, que saliendo de Cáliz y pasando al Océano, á la siniestra de Libia ó Etiopía, despues de treinta dias, yendo hácia el Mediodia, entre otras angustias que pasó, fué tanto el calor y fuego que padeció, que parescia que se asaban; oyeron tantos truenos y relámpagos, que los oidos les atormentaban y los