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de las Indias.

descubrian, y otros ántes se dejaban morir que descubrir la verdad, si sus señores se lo mandaban. Entrados del todo los españoles y llegando á los pueblos, hallaban los indios de los pueblos comarcanos, juntos en un pueblo, que era el más apropiado, y, en las calles, aparejados con sus arcos y flechas, pero desnudos, en cueros, y las barrigas por broqueles, para pelear; y era estraña su grita, que, si así como ponian miedo con sus alaridos, lo pusieran con las armas, no les hobiera ido con los españoles tan mal. Esperaban el primer ímpetu de los españoles, aventando sus flechas, harto de léjos, que, cuando llegaban, iban tan cansadas, que apénas mataran un escarabajo. Desarmadas en los cuerpos desnudos las ballestas principalmente, porque por entónces, pocas eran ó ningunas las espingardas, viendo caer muchos dellos, luego se iban retrayendo, y pocas veces ó ninguna esperaban las espadas. Algunos habia, que así como le daban la saetada, que le entraba hasta las plumas, con las manos se sacaba la saeta y con los dientes la quebraba, y, escupida, la arrojaba con la mano hácia los españoles, como que con aquella injuria, que les hacia, se vengara, y luego, allí, ó poco despues, caia muerto. Pasados aquellos primeros tiros, viendo lo poco que con las ballestas de los españoles ganaban, todo su refugio y defensa no era sino huir cada casa ó vecindad por su parte. Allí, por la espesura de los montes y aspereza de la tierra, porque todo se andaba sobre peñas, como es dicho, muy ásperas, poco duraba tras ellos el alcance. Pero porque siempre, ó las más de las veces, ó allí en el conflicto, ó mayormente andando cuadrillas de españoles á cazar indios por los montes, se tomaban algunas espías, ó algunos que de una parte á otra pasaban, á estos tales dábanles increibles tormentos para que descubriesen dónde se habia huido la gente, y en qué lugares y en cuántas partes. Llevaban estos por guías, con cordeles al pescuezo atados, y algunos, desque llegaban á algun despeñadero, por llevar tras sí al español que lo llevaba del cordel, se despeñaba, porque así se lo habia el señor ó Cacique mandado. Llegada la cuadrilla de los españoles á donde los infelices