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Historia

pasó adelante, al Levante, seis ó siete leguas, á otro puerto, cuyos moradores se llamaban chuchureyes; y porque le pareció que habia en aquel lugar disposicion para hacer una fortaleza, determinó de poblar, y dijo: «paremos aquí en el nombre de Dios»; y desde allí le quedó el nombre, hasta hoy, el puerto y ciudad del Nombre de Dios, que asaz es bien celebrado su nombre hoy, no tanto por la devocion, cuanto por la extraña y nunca vista ni oida, ni áun soñada cuantidad de oro que se ha embarcado para España, venida del Perú; y este puerto fué al que puso el Almirante primero, puerto de Bastimentos, como arriba, en el cap. 23, se declaró. Allí el mismo Nicuesa, con su misma espada, hizo actos de tomar posesion por los reyes de Castilla; comenzó á hacer una fortalecilla para resistir á los primeros ímpetus que los indios diesen, para la obra de la cual no perdonó á chico ni á grande, ni á enfermo, flaco, ni hambriento, como, en fin, lo eran. Hacíales ir á puerto Bello por bastimentos y traellos á cuestas, blasfemaban dél y aborrecíanlo, teníanlo por enemigo cruel, ni en obras ni en palabras suyas no hallaban una palabra de consuelo; íbanle á pedir de comer, que morian de hambre, ó á suplicalle que no los hiciese trabajar, porque no podian de descaecidos; respondíales, «andá, idos al moridero.» Moríanse cada dia de hambre en los trabajos, cayéndose de su estado, que era verlos una intolerable miseria; despues que salió de Belem, dellos en el camino, dellos de los que dejó en el mismo Belem, dellos haciendo la fortaleza en el Nombre de Dios, se le murieron 200 hombres, y así se le consumieron poco á poco los 785 hombres que sacó desta isla Española, de todos los cuales no le quedaron arriba de 100 cuando hizo ésta fortaleza. Y esto era fin del año de 1510, por el mes de Diciembre. La gente que dejó en Belem no andaba en añazcas ni en fiestas, sino, en cinco meses que allí estuvieron, por no poder enviar por ellos á causa de los vientos vendabales, que prohibian que no fuesen los bergantines, vinieron á tanta hambre y penuria, que ni sapos, ni ranas, ni lagartos, ni otras cosas vivas, por sucias que fuesen, no dejaban de comellas. Cayó uno de ellos en un grande