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Historia

en las manos, como estaba, pudiera estorbar los españoles que diez personas no mataran. Entónces déjalo el Clérigo, y andaba de aquí para allí, por unas arboledas, buscando españoles, que no matasen, porque andaban por las arboledas buscando á quien matar, y á chico, niño, ni á mujer, ni viejo perdonaban; y más hicieron, que se fueron ciertos españoles al camino del rio, que estaba junto, y todos los indios que se escapaban con heridas y cuchilladas y estocadas, que podian huir, para irse á echar en el rio por salvarse, hallaban á aquellos que los acababan. Acaeció más otra crueldad, no digna de ser callada, para que se vea las obras de nuestros cristianos en estas partes: que entrando el Clérigo en la casa grande, donde dije que estarian obra de 500 ánimas, ó las que habia, que eran muchas, y viendo muertos los que en ella estaban, espantado, y los que por las varas arriba ó enmaderamiento se habian escapado, díjoles: «no más, no más, no hayais miedo, no habrá más, no habrá más.» Con esta seguridad, creyendo que así fuera, descendió un indio, harto bien dispuesto, mancebo de 25 ó 30 años, llorando, y como el Clérigo no traia reposo, por ir á todas partes á estorbar que no matasen, salióse luégo de la casa; y así como el mancebo descendió, un español que allí estaba, sacó un alfanje, ó media espada, y dále una cuchillada por los hijares que le echa las tripas de fuera, como si no hiciera nada. El indio, triste, toma sus tripas en las manos, y sale huyendo de la casa; topa con el Clérigo y cognosciólo, y dícele allí algunas cosas de la fe, segun que el tiempo y angustia lugar daba, mostrándole que si queria ser baptizado, iria al cielo á vivir con Dios; el triste, llorando y haciendo sentimiento como si ardiera en unas llamas, dijo que sí, é con ésto le baptizó, cayendo luégo muerto en el suelo, remitiendo lo demas á la misericordia de aquel que lo habia criado, y via la injusticia con que aquel y los demás eran tan cruelmente lastimados. Váse luégo á la casa el Clérigo y halló al infelice hombre que lo habia destripado, y, con grande impaciencia y turbacion poco ménos hizo con él que lo que debiera de hacer su descuidado capitan Narvaez, y