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Historia

Engéndranse del polvo de la tierra, y para que no las haya, ó se crien ménos, requiérese tener siempre la casa muy barrida, regada y limpia; éstas se meten comunmente en las cumbres de los dedos de los piés, junto á la uña, y van comiendo y cavando todo el cuero hasta la carne, y allí paran; cuando comen causan la comezon como de los aradores, y algo más vehemente y más penosa. Ella ya metida en la carne, allí, poco á poco dentro de un dia ó dos, se corrompe y deja de ser pulga, y hácese una bolsita blanca de un cuero ú hollejo delgado, de la hechura de una lanteja y de su tamaño, y si la olvidan siete ú ocho dias cresce á ser poco ménos que un garbanzo: parece propia como una perlita de aljofar. Esta bolsilla está llena de liendres muy blancas, y que terná dentro de sí, por chica que sea, más de ciento, y en cierto tiempo todas viven y se tornan negras como fué la madre y son otras tantas niguas. Hánse de sacar con un alfiler apartando el cuero del dedo muy sotilmente y poco á poco, porque no reviente ó se quiebre, porque, si revienta, las liendres se desparcen, y otras quedan en el agujero que deja, el cual es tamaño cuanto ella es gorda, y no se pueden bien todas sacar, y por esto luégo las liendres que allí quedan se hacen niguas, y se convierten en otras bolsas llenas de aquella simiente; así que, apartando el cuero poco á poco con el alfiler, despues con los dos pulgares de las manos apretando como quien quisiese sacar la podre de algun divieso ó granillo, luégo sale la bolsa toda entera, segun dije, como un grano de aljofar ó perla. Ella fuera, hinchan el agujero, que deja hecho, de ceniza y luégo suelda, á ella echalla en el fuego ó molella entre dos piedras porque mueran todas las liendres, y para que no entren más en aquel agujero es bien henchirlo de aceite; son muy más penosas de sacar ántes que la pulguilla se corrompa y haga la bolsilla, y cuanto la bolsa es más grande ménos pena dan sacándolas. Y como en aquellos tiempos primeros