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DIEGO DE ROSALES.

ya navegaban en el mar Meridional, y fué la navegacion mas breve y prospera que se ha hecho por aquellas inquietas angosturas. A veinte y quatro del mismo mes dieron fondo una legua de la isla de la Mocha, porque el viento les estorvó acercarse mas. Compraron carneros y gallinas, maiz y papas en cambio de achas, peines, cuchillos, cascabeles, y cuentas de vidrio. Al levar las anclas chocaron reciamente el Cazador y la Capitana y se trabaxó mucho en desenredarlas: por lo menos se rasgaron las velas y cortaron la mayor parte de la jarcia y entenas. Estubieron en la isla de Santa Maria, en donde a fuerza de armas hizieron mui buena provision de carne y harina; dieron vista a la ciudad de la Concepcion; y sabiendo residia en ella Alonso de Ribera, Gobernador y Capitan General de este Reyno, soldado de grande fama y echos en las guerras de Flandes y provincias, no se atrevieron a desembarcarse [1].

Abíase prevenido el Perú por los muchos y ciertos avisos de España, que referian la navegacion de esta armada holandesa, y gobernaba entonces el Virey don Juan de Mendoza y Luna, marques de Montes Claros, caballero de conocido valor y prudencia, que vino de Méjico a gobernar el Perú año de 1607. Despachó luego en busca del enemigo a don Rodrigo de Mendoza, su sobrino, con ocho naves gruesas y bien guarnecidas de gente y artillería. Encontró a Espilbergio casi de noche, cerca de la costa de Pisco, y dexándose llevar mas del ardor jubenil que de la prudencia militar, le presentó la batalla. Respondióle el holandes con un batel, advirtiéndole quanto embarazarian las tinieblas de la noche, pues ofuscaria el conocimiento de las naves y seria muy contingente pelear con los propios suyos y con sus compañeros; que le suplicaba difiriese el combate para la mañana, que allí se esperaría afferradas las velas con faroles encendidos. Despidió don Rodrigo los mensajeros con demasiada aspereza, atribuyendo a miedo y lebroneria lo que sin duda era dictamen de prudente milicia. Fulminó luego tan ciegamenta la artillería, que echó a pique a su almiranta, y puso en peligro a otros navios de su armada, sin sacar una astilla de los enemigos, que mas diestros le hurtaron el cuerpo hasta que amaneció el dia, y viendo a don Rodrigo tan destrosado por sus mismas manos, cargaron furiosamente sobre su capitana: defendióse valerosamente con muerte de mas de cinquenta holandeses, los quales se mostraron muy inhumanos con los españoles que se escaparon de la almiranta y andaban nadando sobre pedazos de tablas, y por mas que imploraron la piedad concedida en tales casos, no solo por gente política, pero aun por la mas fiera i bárbara, se la negaron, y cruelmente los despedazaban con las espadas anchas.

Dividiéronse las dos armadas y pocos dias despues entraron los holandeses en el puerto del Callao: mostróse el Virey en la playa con cuatro mil infantes y ocho-


  1. Careciendo el autor de los libros i relaciones de los holandeses publicadas en aquella época i mas tarde, sus nociones sobre las campañas de aquellos en el Pacífico son mui escasas. Así ni menciona siquiera el bombardeo de Valparaiso por Spilvergen (a quien llama Espilvetgio) que tuvo lugar el 12 de junio de 1615. Ni es exacto tampoco que tuviese el almirante holandes recelos del gobernador Rivera, porque de paso bombardeó a Penco.

    Spilvergen no desembarcó en esos puertos, pero lo hizo en Quintero, donde formó un reducto que atacó el bravo Pedro de Recalde.

    El mayor interes de esta relacion española está en la descripcion que hace Rosales de la batalla naval de Pisco i del crucero de los holandeses hasta Acapulco.