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El Cirujano Luis Cuni de la Charmota, fué médico de la guarnición militar de la isla de Juan Fernández en 1782. [1]

El Doctor José Llenes, graduado en Barcelona, se estableció en Santiago en 1784, alcanzando gran fama como operador en cirugía. [2]

Fué muy querido, en la capital, por su caridad inagotable; su nombre fué ejemplo de buenas costumbres, como fué de respeto su gran fé religiosa; se levantaba á las cuatro de la mañana para asistir, en la capilla de las monjas agustinas, á una misa que él costeó durante toda su vida. En 1791 había pensado retirarse á su patria, pero desistió par la escacez de facultativos. Contribuyó al adelanto local con su oblaciones generosas, y sus bienes los dejó al morir, en 1817, al hospital de mujeres de San Borja, con el fin expreso de aumentar el número de camas.

En varios documentos de asesoramiento á las autoridades, aparece su firma como miembro del protomedicato. [3]

El Bachiller Cipriano Mesías discípulo del Dr. Rios, fué cirujano del hospital de San Juan de Dios, y con motivo de haber contraído una larga enfermedad, lo reemplazó en su servicio médico, en 1786, y sin retribución alguna, el padre Juan Evanjelista Adamez, religioso jesuíta, tenido en gran consideración como médico práctico. Como la enfermedad del cirujano Mesías se prolongase, se elijió al doctor Llenes para que hiciese el servicio de cirugía en el referido hospital de hombres, dejándose al padre Adamez en la sala de medicina interna.[4]

  1. Contaduría Mayor—Revistas de Comisario—M. S. de la Biblioteca Nacional.
  2. Comunmente se ha equivocado el nombre del doctor Llenes, escribiéndolo Hemes, Henes, Ollenes, Llemes, etc. Su firma original conservada en los archivos de la Biblioteca Nacional es José O. Llenes
  3. Entre los pocos datos que se conservan sobre policía sanitaria, aparece el caso del Dr. Llenes que, en cumplimiento de un decreto sobre salubridad, pasó un parte juramentado sobre la muerte, por tisis pulmonar, de doña Rosa Rojas, acaecido el 6 de Mayo de 1789, y dió cuenta de haber ordenado se picasen las paredes del aposento, y la limpieza rigorosa del suelo y techo, para evitar el contagio, mandando todas las ropas usadas por la enferma, al hospital de San Borja.
  4. Archivo del Ministerio del Interior—Vol. 178.