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lejios, estatutos y prerogativas de que goza la de Salamanca y de de Lima, concediéndole la facultad para la dotación, en el del recho y contribución del impuesto de la balanza, á fin de que logre beneficio tan necesario al servicio de Dios y de V. M.»

Estas gestiones, permanecieron, sin embargo, olvidadas en la Corte, hasta que en 1734, don Tomás de Azúa é Iturgoyen que se había trasladado á Madrid, por motivos particulares, recibió plenos poderes del Cabildo de Santiago para activar las tramitaciones conducentes á la creación de la deseada Universidad. Dicho diputado elevó al rey un nuevo memorial consignando la petición y detallando consideraciones análogas á las de Valcarze. Pide del ramo de balanza la suma de 6.000 pesos para salarios de catedráticos en la forma siguiente: 600 pesos, á los de prima de teología, cánones, leyes y matemáticas; 400 á los de vísperas de teología, cánones, leyes, prima de Escritura, prima de medicina y al de lengua general; 200 pesos al de Instituta y otros 200 para dos porteros, con lo cual se enteran los seis mil pesos. Solicita, también, las cátedras de Santo Tomás. Escoto y Suarez, las cuales debían ser propias de sus Ordenes, y que hubiesen dos clases honorarias, una de cosmografía y otra de anatomía.

Sólo en 23 de julio de 1738 pudo obtener, don Tomás de i Azúa la real cédula que, en San Ildefonso, firmó Felipe V, creando la primera Universidad de Chile; no sin haber antes especificado que el ramo de balanza daria sólo $5.500 para los honorarios de profesores y gastos generales, y que dicha institución llevaría el nombre del monarca reinante, como lo había pedido en representación del Cabildo de Santiago, el licenciado Valcarze.

A mediados de 1740 llegó á la capital la real cédula; en ella se dejaba constancia de los esfuerzos de los chilenos por obtener un centro superior de cultura intelectual, y de los sacrificios que hacían para dar educación á sus hijos, á costa de sus propios bienes; se hacía mención de las dificultades que tenían que vencer los jóvenes educandos de las colonias, para trasladarse á la Universidad de San Marcos de Lima, á mil leguas de distancia, y, por último, se representaban los beneficios que reportaría al reino esta nueva institución.

El 8 de octubre de 1740, la Real Audiencia prestó acatamiento á la real orden, y dió las más expresivas gracias á S. M. por tan señalado favor.

Con igual fecha, transcribió al Cabildo, su acuerdo, para que procediera á la instalación y fundación de la casa universitaria.

Desde el primer momento, los representantes de la ciudad