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ventud; á falta de otros puede suplir muy bien el de don Juan de Dios López, reimpreso recientemente, y el más fácil de encontrar. El anfiteatro será bien que tenga un acopio de los tratados elementales que se adopten en la enseñanza, para habilitar á los alumnos.

Si en un establecimiento nuevo es donde se necesita más dirección y repasar menos en la aplicación, será conveniente prevenir que el curso de anatomía se divida en los varios exámenes que prescribe la materia, y verificarlos en el salón principal, con asistencia del catedrático, y todos los cursantes, que harán oficios de examinadores según su adelantamiento, no permitiendo que sin tener vencidos los primeros se pase á los siguientes y que en el de fisiología se tengan semanalmente, por vía de ejercicio entre los alumnos, unas conferencias polémicas sobre los puntos que designe el catedrático. Y para mejor orden, constancia del aprovechamiento y estímulo de la juventud, se lleve un libro en que se rejistran por el jóven más provecto, que hace oficios de secretario, las entradas, exámenes y actuaciones firmadas por el catedrático.

Los empleos de profesores públicos de las ciencias naturales, son de una naturaleza muy singular en la sociedad, porque, exigiendo una preparación larga y difícil y una constante dedicación, no son susceptibles de aquellos grados y ascensos que alimentan la esperanza, y hacen soportables los gravámenes de otra carrera. Era de desear, si se apetecen de veras los fines de su instituto, el que fuesen dotados competentemente, para que no mirando la plaza como un accesorio entre los medios de su subsistencia, pudiesen consagrarse á su objeto con el posible desahogo. Los médicos, en quienes han de recaer los de que se trata, merecen más consideración en este punto; porque su profesión, que los llama á cualquiera hora, no les permite destinar tiempos señalados á otros asuntos, sin incurrir con los particulares en faltas que rara vez se les dispensan, y tienen por efecto final su alejamiento, en concurso de otros facultativos, que pueden prestarse al momento, y contentar más á gusto. Estos reparos estarían fuera del caso cuando todas las funciones de un catedrático se reducían á presidir una ó dos conferencias al año, y hacer otras tantas réplicas; más de ninguna manera en el presente. A más de las rentas del catedrático y disector, y de una corta pensión al portero, necesita el anfiteatro una asignación para los gastos menudos que ocurren; cuyo remanente, si queda alguno, siempre tiene sobradas aplicaciones. Unos cien pesos anuales parecen ser suficientes.

Bajo los principios aquí indicados se fundó por un sabio en