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hospitalarios, lo que obligó al Gobierno á suspenderlos de sus funciones.[1]

El servicio interno y laico de los hospitales siguió hasta el año 1847, en que por decreto de 4 de Febrero, del presidente Búlnes y del Ministro don Manuel Camilo Vial, se fundó la institución de las Hermanas de Caridad.

En cuanto al servicio técnico del hospital de San Juan de Dios, hubo, continuamente, polémicas por la prensa ya fuese por invasión de atribuciones entre los médicos y el administrador, ya por censura de éste sobre aquellos ó por quejas de mal servicio en general, dadas por el Protomedicato. [2]

  1. Hé aquí los antecedentes de esta resolución gubernativa:

    «Junta de Sanidad.—Santiago, Junio 10 de 1823.—En la crisis de una epidemia asoladora va á desaparecer el único hospital; porque la insubordinación y escándalos de los religiosos de San Juan de Dios abatieron ya la constancia del ciudadano don Manuel Ortúzar que lo repuso desde su nulidad al mejor estado: se separa, señor, sin remedio (el señor Ortúzar) sino se separan los religiosos; este es el dilema y su significado jenuino. O perece el hospital y los enfermos ó se separan ocho religiosos corrompidos, incorrejibles y que desacreditan el hábito y la religión misma: la primera parte es de notoriedad y la segunda ha sido constatada á la sociedad por los profesores que sirven y sirvieron el hospital, por vecinos respetables, y por el interés que se han formado los padres en desacreditar para reasumir sus rentas.

    «Estos religiosos que pertenecen á la provincia de Lima, se erigieron en provincia sin autoridad legítima: ellos sirven más como apóstatas que como seglares. No permite el papel escribir los vicios que se han constatado contra ellos, y cuando fueran los mejores, ellos se establecieron para el hospital y no el hospital para ellos. Deben, pues, ceder cuando se interesa la existencia misma de este único y santo asilo.

    «Creemos que compete al Iltmo. Diocesano en la actual incomunicación conocer de sus causas para que se restituyan con ella á su provincia, y que entre tanto se separen de dos en dos á los conventos para que restablezcan la seglaridad, no escandalicen al público y dejen existir el hospital. Así esperamos que US. lo consulte á S. E. en beneficio urjentísimo de la humanidad doliente.—Dios guarde á US. muchos años.—José Toribio Larraín.—Agustín Vial, secretario».

    Pocos dias después se dictó por el gobierno el decreto siguiente:

    «Santiago, Junio 16 de 1823.—Los religiosos que actualmente sirven en el hospital de San Juan de Dios, serán excluidos de todos los negocios de la casa que solo correrá exclusivamente á cargo del mayordomo don Manuel Ortúzar, quien dispondrá sean separados en un claustro aparte hasta nueva providencia, suministrándoles la asignación necesaria para su cómoda subsistencia. Trascríbaseles este decreto para su cumplimiento y contéstese á la junta.—(Hay una rúbrica del jeneral Freire).—Egaña.»

  2. En el Arch. de Gobierno (Benef. Años 1817-58.—T. I.) se encuentran numerosos datos sobre estas polémicas. El administrador don Diego A. Barros tuvo una larga discusión con los Drs. Cox y Miquel acerca del hospital.

    En 1842, 24 de Nov., la Junta Directiva de Hospitales, compuesta de los Srs. D, A. Barros, Lorenzo Fuenzalida, Santiago Echeverry, Manuel Ta-