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EDGAR POE.

mi salud, que por tener una absoluta precision de hacerlo. Mientras esto tenía lugar, me entregaba involuntariamente á diversas conjeturas y proyectos, corriendo mi imaginacion por las estrañas y quiméricas regiones de la luna. Completamente libre el pensamiento de toda traba, vagaba á su albedrio entre las maravillas multiformes de un planeta tenebroso y variable; ya contemplaba venerables y seculares bosques, rocallosos precipicios y atronadoras cascadas, derrumbándose en abismos sin fondo; ya me encontraba súbito en tranquila soledad bañada por un sol ardiente, sin que soplara la ráfaga de aire más leve, distinguiéndose hasta donde la vista alcanzaba, inmensos prados cubiertos de amapolas y esbeltas flores semejantes á la azucena, envuelto todo en el silencio y la inmovilidad; y luego tras mucho andar y andar, llegaba á una region completamente ocupada por una laguna tenebrosa y vaga, envuelta por todas partes de nubes. Estas imágenes no eran las únicas que tomaban posesion de mi cerebro; porque en otras ocasiones, los pensamientos que me dominaban eran de una naturaleza tan espantosa y aterradora, que llegaban hasta conmover las últimas fibras de mi espíritu, con la sola hipótesis de su realizacion.

A pesar de todo, no dejaba yo mucho tiempo á la imaginacion abandonada á tales desvaríos, porque comprendía demasiado, que los peligros verdaderos y materiales del viaje eran