no debia un mortal, oh! no debia
elevarse hasta tí.—Volaste al cielo!
Mi amor, lo sé, mi amor no merecia
encenderse en la llama
que allá en tu corazon sagrada ardia!
Pronto, Julieta, pronto seré tuyo!
El veneno eficaz que arde en mis venas
pronto tuyo me hará. Mujer celeste,
perla pura de amores, escondida
por Dios en el tesoro de mi vida,
pues conmigo partiste tus amores,
tambien conmigo partirás tu tumba.
Anjélica mujer, si Dios me diera
el escuchar tu voz solo un instante,
oirte una palabra todavia,
de amor una palabra cariñosa
por tus labios de cielo pronunciada,
yo la muerte gustoso aceptaria,
y de Romeo el alma enamorada
en éxtasis de amores subiria
del cielo hasta la bóveda azulada.
Eternidad de Dios!… Es ya el veneno
quién turba mi razon?… Aquella mano,
aquella mano, si, yo la he sentido
estremecerse…—No, delirio insano!
En todas partes agolparse veo
cien visiones fantásticas…
cien visiones fantásticas… Romeo!
Ah!… es mi nombre!… Mi nombre repetido
por la anjelica voz de mi Julieta.
Romeo!… donde estás?… No me has oido?
Dios escuchó mis ultimas plegarias
y el oirla otra vez me ha permitido!
Celeste ardor mi corazon inflama.
Desde la eternidad su voz me llama
Que oscuridad! qué sueño!… No recuerdo
porque en este lugar… Mi mente inquieta
procura en vano… en vano… tengo miedo!
Romeo, ven!
Romeo, ven! Aguardate, Julieta!
no tardaré en morir.
no tardaré en morir. Oh! mi Romeo!
lo recuerdo ya todo. Misteriosa
su voz me lo anunció. Talerm me dijo
«bajarás á una tumba mentirosa
dó irá Romeo á demandar su esposa.»
Oh! no me desperteis!
Oh! no me desperteis! Talerm diria:
«baja al sepulcro en busca de Julieta;
muerta la creen todos; vé no tardes,
un brevage la di.»
un brevage la di.» Cielos! qué escucho!
Si sola en esos sitios sepulcrales
me hubiese hallado, sí… oh! si por cierto!
el terror, y la angustia, y el martirio,
oh! no lo dudes, no, me hubieran muerto
Oh! Julieta, háblame!… Por Dios que me hables!
que escuche yo tu voz!
que escuche yo tu voz! Oh! todavía,
todavía los cielos nos reservan
inefables momentos de alegría.
Tornarán los instantes de dulzura
que, en brazos uno de otro, transcurrian
con sus horas de vértigo y locura;
tornarán esas noches voluptuosas
por la luz de la luna iluminadas,
noches enteras del amor, pasadas
á la sombra de bóvedas frondosas
bajo un techo de ramas olorosas
por la nocturna brisa acariciadas.
A oir, amado mio, tornaremos
de la alondra el cantar, y á sus cantares