Página:La Atlantida (1886).djvu/219

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
219
VIII—EL HUNDIMIENTO

Desmoronándose, tiembla desde su base el muro de roca, como el haya, rey de las selvas, á los golpes del hacha férrea; y con áspero retemblor arrásase tal cual almenana, mientras, disgregándose, crujen sus antiguos cimientos.


Atiérrase, y los escombros, de las Furias en alas, van con la marejada en recibimiento de las olos levantinas, doquier rellenando selvosas llanuras, doquier arrancando peñones como si fueran arbustos.


Chocaron; con sus aguas sus aguas confundieron, y de los rayos al fugor, y por música los truenos y traquidos de los vientos, de la tierra y de los infiernos, entre flotantes selvas é islotes, uniéronse en lazo eternal.


Cuando Dios rompa el universo, así, entre despojos, horrores y soledad, veránse vagar sus fragmentos; al caduco sol, buscando á tientas su rubia caballera, y á la muerte llamando al ataúd de sus víctimas.


Empero, el acento del Ángel, dominando el estridor, más furias y más rayos lanza á su gran víctima.—¡Subid los del Norte; bajad los del Sur; cerrad con ella; acudid fieras, y á dentelladas llevaos sus pedazos!