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X—LA NUEVA HESPERIA

Colón contempla el Atlántico sin limites, cual si en él percibiese una voz que le llama; cual si, entre las vagarosas sombras de gigantes, monstruos y genios, divisase los ojos verdosos de una virgen, verdosos y amargos como las olas.


Mas distráele el vigoroso acento del anciano, que á España guía su espíritu; deja, oh patria, que vuelen por tu cielo; ponles de manifiesto tus playas y comarcas, en que aun se distingue la huella de tu Hacedor, como en melifluo panal la de dorada abeja.


Aligerado el orbe de carga tan abrumadora, llégase de los héroes el rey á despertar á Hesperis, que, aletargada junto al promontorio gaditano, sueña que estrecha en sus brazos á las hijas que ya no tiene.


Y sueña luego que por los aires las ve ascender cantando, como palomas torcaces que dejaron su nido en las hiedras; y al perderse en los cielos la bandada, á ella volviéndose risueñas, le indican que suba también.