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LA BARCA ABANDONADA.

to, había invadido su cubierta. Pero su perfil fino, sus flancos recogidos y la gallardía de su construcción delataban una embarcación ligera y audaz, hecha para locas carreras, con desprecio á los peligros del mar. Tenía la triste belleza de esos caballos viejos que fueron briosos corceles y caen abandonados y débiles sobre la arena de la piaza de toros.

Hasta de nombre carecía. La popa estaba lisa y en los costados ni una señal del número de filiación y nombre de la matrícula, un ser desconocido que se moría entre aquellas otras barcas, orgullosas de sus pomposos nombres, como mueren en el mundo algunos, sin desgarrar el misterio de su vida.

Pero el incógnito de la barca sólo era aparente. Todos la conocían en Torresalinas, y no hablaban de ella sin sonreir y guiñar un ojo, como si les recordase algo que excitaba malicioso regocijo.

Una mañana, á la sombra de la barca abandonada, cuando el mar hervía bajo el sol y parecía un cielo de noche de verano, azul y espolvoreado de puntos de luz,