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V. BLASCO IBÁÑEZ

vieja se encerró en su casucha temiendo á la gente; la hija no salió á la calle en algunas semanas y los vecinos oían sus lamentos. Por fin, algunas tardes, desafiando las miradas hostiles, fué con su niño al cementerio.

Al principio le tenía cierto miedo á Teulaí, el terrible cuñado, para el cual matar era ocupación de hombres, y que, indignado por la muerte del hermano, hablaba en la taberna de hacer pedazos á la mujer y á la bruja de la suegra. Pero hacía un mes que había desaparecido. Estaría con los roders en la montaña, ó los negocios le ha. brían llevado al otro extremo de la provincia. Marieta se atrevió, por fin, á salir del pueblo; á ir á Valencia para sus compras... ¡Ah, la señora! ¡Qué importancia se daba con el dinero de su pobre marido! Tal vez buscaba que los señoritos le dijesen algo, viéndola tan guapetona...

Y zumbaba en todo el vagón el cuchicheo hostil; las miradas afluían á ella, pero Marieta abría sus ojazos imperiosos, sorbía aire ruidosamente con gesto de desprecio, y volvía á mirar los campos de algarrobos,