Página:La Condenada (cuentos).djvu/24

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida

apenas descansaba un momento, vencida por la tos, oía amenazas o recibía como brutal advertencia un terronazo en los hombros.

Las vecinas de los inmediatos huertos protestaban. Estaban matando a la chica; cada vez tosía más. Pero el viejo contestaba siempre lo mismo: había que trabajar mucho; el amo no atendía razones en San Juan y en Navidad, cuando correspondía entregarle las pagas de arrendamiento. Si la chica tosía era por vicio, pues no le faltaban su libra de pan y su rinconcito en la cazuela de arroz; algunos días hasta comía golosinas: morcilla de cebolla y sangre, por ejemplo; los domingos la dejaba divertirse, enviándola a misa como una señora, y aún no hacía un año que le dió tres pesetas para una falda. Además, era su padre, y el tío Tófol, como todos los labriegos de raza latina, entendía la paternidad cual los antiguos romanos: con derecho de vida y muerte sobre los hijos, sintiendo cariño en lo más hondo de su voluntad; pero demostrándolo con las cejas fruncidas y alguno que otro palo.

La pobre Borda no se quejaba. Ella