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tenerse en el vacío aparente, le hace remontar su vuelo a distancias cada vez mayores de su cuna natural, y cuando ya nada puede enseñar a su progenitura y la igualdad es completa en fuerza, en destreza y en inteligencia, se retira, abdicando su función de educadora. Los animales en contacto con el. hombre, como el zorro, el perro y el gato, dirigen sus crías ejercitándoles en saltos y en juegos de fuerza y agilidad en los momentos en que los tiernos animalillos tienen a su disposición un excedente de energía que derrochar.

Pero esa excedencia enérgica se emplea siempre de la manera más seria, aunque con todas las demostraciones de la alegría, porque los juegos tienen por objeto, consciente entre los padres, aunque insconsciente entre los hijos, acomodarlos a todas las obras y a la conducta de la vida que va a comenzar pronto con todo el séquito de trágícos peligros. Según fa clasificación de Groos, los juegos consisten en el examen de las cosas, la observación de los movimientos que diferencian las especies diversas, la caza a la presa viva, muerta o imaginaria, la lucha, la construcción de las cabañas, la investigación de las actitudes y de las acciones de los adultos, que, para la especie humana se refleja principalmente en los cuidados que se aplican a la muñeca como símbolo del hijo futuro: lecciones todas que son para los pequeños un ensayo de la vida.

Así es la educación entre los primitivos. Los niños permanecen cerca de los padres, de quienes imitan el fenguaje, los ademanes y las aciones, haciéndose honibres sobre el modelo del padre, mujeres sobre el de la madre, pero siempre en plena naturaleza, en el mismo círculo de trabajo que habrán de ocupar cuando los viejos ya no existan. Todo progreso depende de su propio genio, de su más estricto talento de adaptación al ambiente que han de utilizar para la conquista del bienestar. La escuela es para ellos lo que fué para los helenos libres, la hora del recreo y del reposo para los padres, el descanso de la tarea diaria, y, por extensión, el período de las agradables conversaciones, de la amistad que reconforta, del paseo en que se hace exposición de las ideas. Pero en aquella época de la civilización las exigencias rompían ya la unidad primi-

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