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El amor y el respeto del maestro al niño deben prohibirle en su trabajo de tutela y de enseñanza el empleo del procedimiento sumario de los antiguos déspotas, la amenaza y el terror: no tiene a su disposición más fuerza que la superioridad natural asegurada al educador por el ascendiente de su estatura y de su fuerza, de su edad, su inteligencia y sus adquisiciones científicas, su dignidad moral y su conocimiento de la vida. Ya es mucho, siempre que el niño conserve el pleno dominio de sus facultades, y no se disminuya por el exceso de trabajo.

Elíseo Reclus

(De El Hombre y la Tierra, t. VI, c. XI.)



La Enseñanza - Libertad o Monopolio

En materia de enseñanza, cuando se habla de libertad, i de qué libertad se trata? De la del padre de familia, de la del Estado o de la del niño? Qué intereses han de ponerse a salvo: los de los que dan la enseñanza o los de los que la reciben? En qué derechos conviene inspirarse sino en los del destinado a ser el beneficiario o la víctima de la enseñanza? Como quiera que se plantee el asunto, la respuesta ha de ser la misma: hay que asegurar la libertad, poner a salvo los intereses y garantir el derecho del niño.

La figura del niño domina el problema, y en este punto de partida firme y lógico, no puede haber equívoco ni confusión.

¿A quién pertenece el niño? — A la familia, según unos; al Estado, según otros.

Los primeros reservan exclusivamente a los padres el derecho de darle educadores y la enseñanza de su elección.

Los segundos proclaman que el niño, futuro cdudadano, perteneciendo al Estado, éste tiene únicamente la facultad de educar e instruir.

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