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LA ILÍADA

batientes delanteros y el esclarecido Héctor; y los argivos dieron grandes voces, retiraron los muertos y avanzaron un buen trecho. Mas Apolo, que desde Pérgamo lo presenciaba, se indignó y con recios gritos exhortó á los teucros:

509 «¡Acometed, teucros domadores de caballos! No cedáis en la batalla á los argivos, porque sus cuerpos no son de piedra ni de hierro para que puedan resistir, si los herís, el tajante bronce; ni pelea Aquiles, hijo de Tetis, la de hermosa cabellera, que se quedó en las naves y allí rumia la dolorosa cólera.»

514 Así hablaba el terrible dios desde la ciudadela. Á su vez, la hija de Júpiter, la gloriosísima Tritogenia, recorría el ejército aqueo y animaba á los remisos.

517 Fué entonces cuando el hado echó los lazos de la muerte á Diores Amarincida. Herido en el tobillo derecho por puntiaguda piedra que le tiró Píroo Imbrásida, caudillo de los tracios, que había llegado de Eno—la insolente piedra rompióle ambos tendones y el hueso,—cayó de espaldas en el polvo, y expirante tendía los brazos á sus camaradas cuando el mismo Píroo acudió presuroso y le envasó la lanza en el ombligo; derramáronse los intestinos y las tinieblas velaron los ojos del guerrero.

527 Mientras Píroo arremetía, Toante el etolo alanceóle en el pecho, por cima de una tetilla, y el bronce atravesó el pulmón. Acercósele Toante, le arrancó del pecho la ingente lanza, y hundiéndole la aguda espada en medio del vientre, le quitó la vida. Mas no pudo despojarle de la armadura, porque se vió rodeado por los compañeros del muerto, los tracios que dejan crecer la cabellera en lo más alto de la cabeza, quienes le asestaban sus largas picas; y aunque era corpulento, vigoroso é ilustre, fué rechazado y hubo de retroceder. Así cayeron y se juntaron en el polvo el caudillo de los tracios y el de los epeos, de broncíneas lorigas, y á su alrededor murieron otros muchos.

539 Y quien, sin estar herido por flecha ó lanza, hubiera recorrido el campo llevado de la mano y protegido de las saetas por Palas Minerva, no habría reprochado los hechos de armas; pues aquel día gran número de teucros y de aqueos dieron, unos junto á otros, de bruces en el polvo.