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La luz que no han de hallar. Protonio canto,[1]
En medio de las gentes le coloca
Sobre un brillante sitio que se apoya
A una altiva columna; cuelga luego
De una clavija sobre su cabeza
La lira y en saberla hallar le adiestra;
A su frente una angosta mesa pone
Con un cestillo y una copa llena
Del vino que su gusto mas anhela.
En la mesa estan ya los convidados,
Y en breve, los deseos satisfechos,
El cantor se abandona sin rebozo
A la musa elocuente que le inspira,
El cántico entonando que en tal tiempo
El mundo arrebató: de la lid era
De Ulises con el hijo de Peleo:
« En honra de los Dioses una fiesta
Los griegos celebraban; de repente
Ambos héroes se inflaman y se injurian.
Agamenon se goza al ver tan fieros[2]
Dos guerreros, honor de Grecia toda,
Contenderse con voces tan altivas,
Pues de Apolo el oráculo ve claro;
Lo que la Pitonisa le anunciara,
Cuando en su templo al Dios consultar quiso,
Verificarse ve. Ya el tiempo envuelve
En su curso de Grecia la alta gloria
Con el estrago y destruccion de Troya. »
Demodocio así canta. Con su manto

  1. Esta ceguera de Demodocio nos parece una prueba clara de lo que dijimos en nuestra introducción sobre este ardid del poeta de ocultarse bajo los nombres de los cantores de sus inspiraciones.
  2. Agamenon antes de emprender la guerra de Troya fue acon sultar el oráculo de Delfos que le anunció que aquella ciudad caeria en su poder cuando dos gefes poderosos se querellarian en un festin.