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En vasos de oro el néctar van vertiendo.
Mas ya la sed y el hambre satisfechos,
« Hijos: esclama Nestor, sin mas tregua
Preparad á Telémaco su carro;
Enganchadle corceles valerosos
Y le conduzca alguno de vosotros
Al término que anhelan sus pesares. »
En un punto sus órdenes se cumplen:
Ya los brutos y el carro estan dispuestos.
Una oficiosa esclava en él coloca
Pan y vino y manjares reservados
A sustentar la prole de los reyes.
Salta el hijo de Ulises en el carro
Y Pisistrato siéntase á su lado,
Las riendas toma, y con la sutil punta
Aguijonea el valeroso tronco.
Llenos de noble ardor los alazanes
Vuelan, tocando la llanura apenas,
Y ya tras de ellos á gran trecho dejan
Pilos soberbia con su muro inmenso.
Durante el largo dia, sin descanso
La rueda hacen chillar y el yugo baten;
Mas toca el sol los mares y las sombras
Sobre la tierra vuelan, cuando llegan
De Díocles, hijo de Orsiloco y nieto
De Alfeo, á la morada deliciosa.
Grata hospitalidad allí reciben
Y gozan un pacífico descanso.
Pero al ver que la Aurora, hija suave
De la fresca mañana, el dia trae,
Al carro montan los valientes mozos
Y saltan del palacio los umbrales.
El látigo chasquea: ya han llegado
A una llanura amena dó la espiga
Amarillenta al viento va ondulando;
Ya tocan cuasi al fin de su jornada
Y el sol tambien su curso ha concluido,