Página:La Primera República (1911).djvu/146

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mino a esas calamidades... Las guerras civiles, combatidas por el cansancio, que es también una forma de disciplina, se acabarán por sí mismas, y todo volverá a su ser y estado natural. ¿Cuándo? A esto no puedo contestarle. Los que vivan mucho lo verán».

No seguimos porque Ido me recomendó el reposo, y mis nervios y mi cerebro me pedían también disciplina. Al despedir a mi patrón, le dije: «Es posible que duerma todo el día. No dejen entrar a nadie, con una sola excepción. Si viene un guardia de Orden Público que se llama Serafín de San José, despiértenme en seguida. Me traerá un parte, un despacho, un aviso, de más importancia para mí que todas las cuestiones políticas, así nacionales como internacionales o del mundo entero».

No interrumpió mi descanso la voz deseada de Serafín de San José; pero al llegar la noche, fuí sorprendido por otra voz siempre grata para mí. Era Nicolás Estévanez, que se me presentó en casa con propósito fírmísimo de llevarme a comer con él. Intenté formular delicada resistencia a la invitación de mi amigo; pero este la repitió con tonos tan terminantes y autoritarios, que me rendí a su bondad un tantico despótica...

Comiendo en Levante, solicitó mi colaboración para un trabajo literario y periodístico. Un diario de París de los más poderosos, le había encargado una información extensa y concienzuda de lo que en España ocurría, y singularmente de los debates parlamenta-