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II

-En Madrid se afirmó que los cuarenta y dos guardias civiles que guarnecían la ciudad se habían rendido, tras reñida lucha, a una docena de paisanos.

-No quiero engalanarme con plumas de pavo real; yo no disparé un tiro; la Benemérita salió de la ciudad al ver la exaltación unánime del vecindario... Desde Linares oficié al Directorio dándole cuenta de haberse proclamado la República. Hicimos un alistamiento voluntario y fortificamos las entradas del pueblo. Como no nos sobraba tiempo, suprimí casi en absoluto las soflamas, arengas y manifiestos. A los dos días, alarma en el pueblo, gran toqueteo de campanas; los alistados acudieron a sus puestos. No participé del desasosiego. Calculé que no seríamos atacados hasta el cuarto día, por lo que abandoné la ciudad la noche del tercero, llevándome setecientos hombres. El armamento era de una variedad pintoresca; cada cual llevaba lo que halló en su casa; en cuanto a municiones, el que más, tenía seis cartuchos.

-Según los noticieros madrileños, se fue usted a La Carolina.

-Y cerca de este pueblo nos salió al paso una corta fuerza de Caballería y unas parejas de la Guardia civil de infantería. Nos tiroteamos y mi ejército voló, quedándome