Página:La Primera República (1911).djvu/238

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adelante me dijo: «No hagas caso de esa loca, que es algo bruja y anda en trato con los espíritus del aire y del fuego. Vivamos en lo positivo y dejemos lo ilusorio. Cuando las potencias invisibles quieran decirnos algo, ya sabrán ellas cómo han de hacerlo».

Platicando de estas sutilezas y tiquismiquis avanzábamos despacio. Pasamos por delante del presidio, ya vacío de su contingente criminoso. Díjome Manrique que los pobres galeotes, sacados de su purgatorio penal, se portaban como buenos chicos, procediendo como federales ardientes y honrados ciudadanos. Desde que los soltaron, la propiedad y las personas no habían sufrido ninguna violencia. Incorporados a las fuerzas defensoras del Cantón, deseaban que llegasen los momentos de peligro para ser los primeros en afrontarlo, como redención de sus pasadas culpas.

Por la Puerta de Mar entramos en la Plaza de las Monjas, y en ella nos disolvimos pacíficamente, quiero decir que nos separamos. Fructuoso se metió en el Ayuntamiento, donde estaba en sesión la Junta de Salud Pública, y yo me fui a la fonda decidido a esperar tranquilamente el mañana... Y el mañana ¡Dios me valga! se marcó en la Historia con la salida matutina de la fragata de hélice Almansa, llevando a Gálvez, Cárceles y el coronel Pernas con rumbo a una potencia extranjera, Alicante. Arbolaban bandera española.

Por la tarde, sin cuidarme de la ruidosa