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plazo breve. Salieron. Al quedarme zambullido en mi soledad angustiosa, no vi otra manera de retener junto a mí el espíritu de la Madre que deleitarme con la rica ofrenda de sus bizcochos, hechos en casa. Apenas los caté, reconocí en ellos la mágica repostería que fue mi alimento en el viaje absurdo por las entrañas del planeta.

Comiendo de aquel sabroso manjar, se escapaba mi espíritu hacia las penumbras misteriosas de aquellas cavernas y conductos labrados por una ensoñación dantesca o mitológica. Vi el séquito de la divina Floriana, los toros, las ninfas; me vi a mí mismo, caballero en una vaca, restituido a mi ser de sílfido vaporoso. Mi mente se aferró de nuevo a la idea de que lo sobrenatural es lo verdadero. ¿Cuánto tardaría en volver al sentido de la realidad? Meditando en ello me dije: «El Universo es un trinquete, y yo la pelota con que juegan, para pasar el rato, lo humano y lo divino».


XXVI

Muchos días, no sé cuántos, después de la visita de la Madre, me sentí un tanto aliviado de mi flojera muscular; el ansia de soledad se amenguó bastante, la idea de morir en plena juventud y la querencia del sepulcro empezaban a serme unas miajas desagradables. Mis amigos Fructuoso, Alemán y Al-