Página:La Primera República (1911).djvu/85

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lás no me niega nada... Las Nueve Musas, quiero decir Roma, cederá, y tendremos un Obispo a la moderna, liberal y racionalista.

-Yo no solicité la mitra; pero, una vez metido en este fregado episcopal, no he de quedar en ridículo ante mis feligreses. Debe usted decir al bueno de Salmerón, y a Castelar si le ve, que considero perfectamente compatibles el dogma católico y... ¿cómo se llama eso?... la República sinalag... No puedo con esta palabra, que es como un gatito: me araña la lengua cuando quiero atraparla.

-Será usted el primer revolucionario del Catolicismo.

-Usted lo ha dicho -respondió el buen cura, demostrando con risa infantil su desconcierto cerebral-. En cuanto yo trinque el báculo, repartiré buenos golpes a un lado y otro. Lo primero será suprimir en mi diócesis el celibato eclesiástico, quiéralo o no el Santo Padre. Mandaré a todos mis clérigos que se casen inmediatamente con sus amas, y al que no me obedezca le retiraré las licencias... Los ordenados in sacris no deben limitarse a la cura de almas; Dios quiere que se dediquen a procrear, practicando el crescite et multiplicamini. Refundiré las Comunidades de uno y otro sexo, organizando los conventos con parejas de frailes y monjas que prediquen el santo dogma, y procreen, y procreen...

-Admirable doctrina, señor don Hilario, que hará inmortal su nombre.

-Y haré más, más... Espérese un poco,